doi: 10.56294/cid202398

 

REVISIÓN BIBLIOGRÁFICA

 

The violence of love: psychoanalytic perspective

 

La violencia del amor: perspectiva psicoanalítica

 

Marcela R. Miranda Aldana1  *

 

1Universidad Montrer, Centro de Estudios Psicoanalíticos Mexicano, A. C., CEPSIMAC, México.

 

Citar como: Miranda Aldana MR. La violencia del amor: perspectiva psicoanalítica. Community and Interculturality in Dialogue. 2023;3:98. https://doi.org/10.56294/cid202398

 

Enviado: 14-08-2023                          Revisado: 09-10-2023                            Aceptado: 23-11-2023                        Publicado: 24-11-2023

 

Editor: Prof. Dr. Javier González Argote

 

ABSTRACT

 

A theoretical elaboration is presented around the question: what is the violence of love, from the psychoanalytic perspective, in our days? To do this, he realizes the increasingly evident social expressions of destruction in the name of love, and that lead to mental health problems, due to the confusion of the signifier as sacrificed and as sacrificial, as lost or as an instrument. From this perspective, several little-addressed proposals emerge, such as inquiring about the nature of love, its causes, its forms of action, and with unavoidable links that, up to now, are usually presented as opposed to violence, which nevertheless is revealed no longer in opposition, but in a constitutive bond of love itself. The theme of the violence of love, in this sense, requires a resignation, and this is to study love isolated from its amalgamic component. To go deeper into this perspective, the psychoanalytic perspective provides considerations that require reflections established even outside the classical discourse, such as its romantic definition.

 

Keywords: Love; Violence; Psychoanalysis.

 

RESUMEN

 

Se presenta una elaboración teórica en torno a la pregunta: ¿qué es la violencia del amor, desde la perspectiva psicoanalítica, en nuestros días? Para ello se da cuenta de las expresiones sociales cada vez más evidentes de destrucción en nombre del amor, y que derivan en problemáticas de salud mental, por confusión del significante como sacrificado y como sacrificial, como perdido o como instrumento. Desde esta perspectiva, se desprenden varias propuestas poco abordadas, como el indagar acerca de la naturaleza del amor, sus causas, sus formas de actuación, y con ineludibles vínculos que, hasta ahora suelen presentarse como opuestos a la violencia, que sin embargo se revela ya no en oposición, sino en un vínculo constitutivo del amor mismo. El tema de la violencia del amor, en tal sentido, exige de una renuncia, y ésta es la de estudiar al amor aislado de su componente amalgámico. Para profundizar en esta perspectiva, la mirada psicoanalítica aporta consideraciones que requieren de reflexiones establecidas incluso por fuera del discurso clásico como lo ha sido su definición romántica.

 

Palabras clave: Amor; Violencia; Psicoanálisis.

 

 

 

INTRODUCCIÓN

“Si amas sufres, si no amas enfermas” S. Freud

 

Hablar del amor obliga a definirlo, y los intentos son tan exhaustivos que nos perderíamos en épocas, culturas, ideologías, para encontrar una definición que fuera denominador común. De aquí que no se pretende una búsqueda ad infinitum, sino puntualizar aquellos aspectos que brinden coordenadas para comprender esta dimensión afectiva, inherente al ser humano y de condición humanizante.

Las interrogantes que surgen son, por un lado, ¿por qué́ tantos intentos desde los poetas, pensadores, escritores, científicos y no hay una definición en común? Si hay un gran despliegue de Eros que atraviesa toda relación vincular.(1)

Por otro, en virtud de que el amor es una máxima universal que apunta a lo sublime, la máxima aspiración, y en su nombre, está sostenida la conjugación de lo bello, lo virtuoso, la ternura, incluso la pasión, ¿por qué́ este sería violento y hasta destructivo?

Quizás sea el mismo Freud quien de la pauta en su respuesta a Einstein acerca de por qué la guerra (1932), donde le responde, que la violencia es inherente y constitutiva al ser humano, y si del odio al amor hay un solo paso, y se encuentran tan encadenadas una a la otra, se abren nuevas interrogantes: ¿si se acaba el amor, explota el odio?, ¿son dos caras de la misma moneda?, ¿estamos condenados a esa dualidad?

Se tratará en este ensayo, de dilucidar respecto a las interrogantes mencionadas y saber si podrían dar la pauta, de lo que aparece como un enorme callejón sin salida, si sería posible desentramparse.

 

DESARROLLO

La perspectiva de los revolucionarios teóricos que se retoman en el presente trabajo, Freud, creador del Psicoanálisis y Lacan, quien revisó la obra de Freud y realizó sus propias contribuciones, deviene en parte por haber abrevado de los grandes filósofos, como los presocráticos, Platón, Sócrates, Hegel, entre otros, y en parte, debido a sus aportaciones de creación original que han hecho mella en la historia de la humanidad. Dejaremos de lado definiciones que han permeado épocas y posturas que prevalecen en la actualidad como el romanticismo, dado que la discusión apunta a encontrar una nueva mirada de los sentidos previos que han separado las presentes categorías del AMOR y la VIOLENCIA, quizás se esbozaron de algún modo, pero quedaron ocultos, pasaron desapercibidos y no se siguieron tomando en cuenta. Su articulación desde la perspectiva psicoanalítica es motivo de esta presentación.

La visión dualista derivada de los postulados de Descartes, tiende a separar mente del cuerpo, noche – día, amor – odio y del mismo modo, radicaliza su estudio, sin lograr la articulación, sigue permeando en nuestros días sin que permita establecer  un entre que tienda un puente y permita al menos, quizás una formulación a modo de oxímoron, pero no de amalgama, como sucede en una moneda con dos caras, de circuito cerrado, donde solamente se visualiza una o la otra, como unidad indisoluble y en eterna ambivalencia. Suscritas a un circuito móvil de ida y vuelta, en donde lo que pareciera un cambio, solamente es vuelta desde el haz hacia el envés y viceversa. 

En este sentido, retomemos las relaciones de pareja, en las que podemos apreciar interminables discusiones, que van escalando en intensidad, tono, sobre todo, grado de enojo hasta desembocar en algún tipo de violencia, en una incesante fluctuación, del tipo: me haces - te hago, el que la hace la paga, ojo por ojo, etc.

Nos centraremos en responder una nueva pregunta: ¿qué es la violencia del amor? Desde la mirada del psicoanálisis, ligando los conceptos que quizás pueden dar cuenta de una realidad actual que nos rebasa en cuanto a violencia y es las más de las veces, en “aras del amor”, “a costa del amor”, “por amor”, “porque hubo amor”, “en referencia al amor”, que la violencia se impone en formas amorosas.  Por lo que se hace preciso y urgente responder desde el campo psicoanalítico, pues es Freud quien enseña a irse hasta las últimas consecuencias para explicar los fenómenos más inquietantes para el ser humano, de modo que se vislumbre la posibilidad de inclinar más la balanza, a favor de la vida, en todo ámbito posible, posibilitando la vida misma.

 

Primeras definiciones del Amor y la Violencia

Es a partir de los primeros filósofos que podemos encontrar ya las primeras deducciones extraídas de la observación del universo.

Hablar del amor en la historia de la Filosofía, es remitirse a los Presocráticos, quienes hablaban de fuerzas que unían o separaban. Las cuatro substancias: el agua, el aire, la tierra y el fuego, que Empédocles llamó «raíces de todas las cosas»; nace así la noción de «elemento», como algo originario y «cualitativamente inmutable», que solo es capaz de unirse y de separarse espacial y mecánicamente con respecto a los demás elementos.

¿Cuáles son, empero, las fuerzas que los unen y los separan? Empédocles introdujo las fuerzas cósmicas del amor o de la amistad (philia) y del odio o de la discordia (neikos), que son causa —respectivamente— de la unión y de la separación de los elementos.

Tales fuerzas, de un modo alterno, predominan una sobre otra, y viceversa, durante periodos de tiempo constantes, que han sido fijados por el destino. Cuando predomina el amor o la amistad, los elementos se juntan en una unidad; en cambio, cuando predomina la discordia, se separan. Establecemos que, si hay algún tipo de unión, vínculo con alguien, existe algún grado de amor que une a esos elementos, en tanto hay disgregación, esa fuerza que aleja, denominada odio, que deriva en distanciamiento, se pierde esa relación.

Al revés de lo que a primera vista podría pensarse, el cosmos no nace cuando prevalece el amor o la amistad, porque el predominio total de esta fuerza hace que los elementos se junten para formar una unidad compacta, que Empédocles denomina Uno o Esfera (lo cual recuerda mucho la esfera parmenidiana). Pero en todas partes igual, y por todas infinita, redonda esfera, que goza de su envolvente soledad. 

En cambio, cuando prevalecen de modo absoluto el odio o la discordia, los elementos se separan completamente, y tampoco en este caso existen las cosas y el mundo. El cosmos y las cosas del mundo surgen por lo contrario durante los dos periodos de paso que van desde el principio de la amistad hasta al de la discordia, y luego desde el predominio de la discordia hasta el de la amistad.

En cada uno de estos lapsos se da un progresivo nacer y un progresivo destruirse de un cosmos, lo cual supone necesariamente la acción conjunta de ambas fuerzas. Aspecto que pareciera quedó sin retomarse y nos da la primera pauta de acción conjunta.

Una vez que la Discordia llegó al abismo inferior del torbellino y el Amor estuvo en medio del remolino, todas las cosas convinieron en la unidad bajo su acción, no enseguida, sino que se congregaron desde direcciones diferentes según su voluntad.(2,3)

En los vínculos humanos también se dan estas dos fuerzas, una que une, una que separa, actúan siempre conjuntamente en el psiquismo, en gran medida en oscilante ambivalencia dado que no existe la pureza de una o de otra. Siempre imbricadas, en un entrecruce, que puede llegar a radicalizarse por efecto del narcisismo especular que será sostenido por la agresividad en la que predominará un yo sobre un tú.

 

La violencia constituye al psiquismo, el amor lo nombra

Se sabe desde la perspectiva psicoanalítica, que cada ser humano es nombrado desde el deseo del Otro y eso puede ser posible cuando ese “producto vivo” cárnico atravesado por la violencia del bombardeo de estímulos que entran por todos los sentidos cual tormenta eléctrica, irrumpe con gran fuerza para constatar que ha sido arrojado al mundo de los humanos por medio de la sensación pura del dolor y de puro dolor.

Aún sin vida psíquica y con la avidez de la sobrevivencia, se alcanzará a sujetar el recién nacido, de ese deseo que alivia en tanto es pulsado (libidinizado) corpóreamente, para inaugurar un nombramiento que se le impone a cambio de ser querido para “convertirse en un niño (infanz) de verdad”. (Pinocho, cuento popular infantil). Aligerado suficientemente del dolor inicial, quien ejerce la función materna inaugura desde su deseo, esa huella mnémica instaurada con suficiente fuerza desde la erogenización, para echar a andar posibilidad de vida psíquica y funcionalidad corpórea desde el deseo materno. A partir de la definición del concepto de Eros en el Banquete de Platón.

Se trata del primer amor de todo ser humano, del primer referente que nombra desde un Significante amo y traspone un modo de ver el mundo a través de esos lentes del deseo. De la primera imposición necesaria, amorosa y no sin violencia.

De aquí que, podríamos preguntar ¿existe el amor de hermanos, de amigos, de pareja, etc? o se tratará de un solo tipo de amor (¿a partir del nombramiento desde el deseo del Otro, que se va a transferir al hermano, al amigo, a la pareja, etc.? (amar desde la definición que fue a-signada).

El amor de transferencia es el único que existe, ya que se transfiere esa mirada, desde ese deseo otro a cuanta persona se atraviesa en nuestro campo afectivo. Con la salvedad de que no nos percatamos de que, en el fondo, de eso se trata.

Ese amor va tomando matices, desde la mirada de Freud, siempre será narcisista, que se adecúe a lo que “quise ser, a lo que me gustaría ser o lo que hubiese querido ser y no soy”.(4) ¿qué ocurre si no se adecúa? Para Narciso, “arde Troya”, surge una rabia, una fuerte rivalidad narcisista y puede explotar violentamente.

Para Lacan, el amor es su relación con lo imposible “El amor es imposible, la relación sexual se abisma en el sinsentido”,(5) lo cual puede llevar a un abandono del intento amoroso o a su contraparte, a quererlo imponer a toda costa.(6)

El anterior planteamiento no dista mucho de la definición de Freud, dado que, al ser primordialmente narcisista, el amor y si ambas partes de la relación, del vínculo amoroso, quieren que el otro se adecúe a lo “mío”, obligadamente habrá una fricción, lo que puede desembocar en algún tipo de violencia o imposición antes que un quiebre de la misma.

Si a esto le añadimos que la definición de amor que cada uno porta es única, el encuentro con la definición de amor en otro sería abismal por mucho que se imaginen semejantes. Es decir, que cada uno queda marcado (los griegos la denominan destino), por el nombramiento materno.

Surge la pregunta: ¿qué permite que muchas parejas se unan, se acompañen, convivan?

Las formas de anudamiento de estas “definiciones de amor” son múltiples, ya que dependen de factores estructurantes del psiquismo y de la “búsqueda” en tanto lo que le hace falta a cada uno de los involucrados. Como si cada uno portara su propio diccionario para definir la palabra amor.

Sin embargo, no existe unión sin tensión, sin ambivalencia, sin agresividad que es la forma más elemental de violencia. La violencia también puede tomar diversas gradaciones y formas de manifestarse en una relación. Sea esta para imponerse, para explotar, o para implotar.

Las formas evidentes de la violencia que se externan son bastante conocidas porque implican en grados extremos ese daño al otro físicamente, psicológicamente, y cualquier pretexto que implique de algún modo “diferencia”, extrañeza, falta, será causa disruptiva de lo que el narcisismo aprueba y admite, de modo que, será motivo de discordia, discrepancia, antagonismo, oportunidad para que aflore desde lo más íntimo el generador de displacer, depositado en lo más eximio del otro. Amordazando de algún modo el deseo del otro, para imponer el propio. Puesto que ese deseo podrá vivirse como amenazante, discordante, incluso como imposición, demanda, exigencia, antes que como falta y posibilidad a ser llenada. Es de destacar cómo se exacerba el narcisismo en una época y tendencia mundial a las “selfies”, a la “imagen”.

Entendamos a la violencia no como manifestación física de daño solamente, sino como una imposición de demandas de amor, en aras del narcisismo, para que corresponda a quien erige el bastión del narcisismo: lo que el Yo, quiere. Luego entonces, el otro, se somete en aras de permanecer queriendo ser querido, aunque sea de ese “modo” o se rebela realizando el acto contrario, una imposición de “su deseo” juego infinito de intercambio entre Erastés y Erómenos, derivada de la dialéctica Platónica, de la díada amo-esclavo hegeliana.

Quizás, como una alternativa más, queda “revelarse”, en cuanto a cambiar de relación puesto que la anterior no satisfacía “mis requerimientos”, en tanto esto no me satisface más, busco otra opción que “sepa” adecuarse a lo que “yo” quiero, para repetir el mismo circuito.

Desde estas vicisitudes del amor, se pretende ignorar que, a partir de una definición impropia, es que se busca y se cree encontrar una relación de pareja, que de “pareja” no tiene nada, pues todo lleva a toparse con las diferencias de historia, de definición del y desde el amor y  se cree de modo ilusorio haber encontrado esa “otra mitad” falsificando una completud que perdura hasta que se asoma el encuentro, con la verdad del deseo y el amor, lo que puede derivar en decepciones, desilusiones, frustración, etc. y escalar el grado de enojo hasta manifestarse en algún grado o tipo de violencia. Puesto que, la más visible es la cara del amor que enmascara al odio. Cabe mencionar, que esto puede ser aplicable a cualquier situación de vínculo dual, por ejemplo, madre – hija en el que un amor sobreprotector encubre la violencia que termina afectando, por ejemplo, generando limitantes que parecen infranqueables, derivando en una codependencia emocional. Así mismo, podríamos incluir la relación maestro-alumno, con frases del tipo: lo hago “por tu propio bien” al darle “reglazos en las manos” y múltiples ejemplos similares de relaciones en distintos ámbitos.

 

La voluntad de la violencia y la voluntad del amor unidas como un continuo al infinito

Fue a partir de Descartes que se estableció el dualismo mente cuerpo, la visión y separación que sigue permeando la atención del cuerpo por un lado y la atención de los aspectos mentales por otro. Es tal vez por esta influencia que el amor y el odio han sido atendidos del mismo modo, ya sea como dos esferas separadas, o como una especie de fusión que amalgama, como una moneda, que mientras deja ver una cara, la otra se oculta. Tendrá que ver con la fusión amalgámica de tipo especular, donde no caben dos y la rivalidad es a muerte, o tú o yo, de las relaciones de pareja en donde es fácil pasar del odio al amor y del amor al odio, incesante e insistentemente.(7)

Hasta ahora, Empédocles nos ha planteado que las fuerzas que unen y separan están imbricadas y si la voluntad se impone como fuerza, esta puede ser desde la violencia misma, como del amor.

Si el amor se nutre de la fuerza de la violencia constitutiva del psiquismo, y deriva en imposiciones premeditadas, que pretenden someter al otro de algún modo puede desde esa potencia, en un acto de voluntad del amor, transformar esa fuerza siempre en función de la vida, a favor de esta, constructiva y creativamente. Lo que podría implicar, no aferrarse a que el otro permanezca en esta relación y saber ejercer la posibilidad de que no subsista más esa relación, en el entendido de que sea asumida por ambas partes.

A partir de las pulsiones propuestas por Freud, como de dos tipos: pulsión sexual, también llamada libido (acción de Eros) y pulsión agresiva (muerte), (acción de Thánatos); la primera, se va a expresar en el empuje a mantener la vida a través de buscar satisfacción y reproducir la vida en otro (el impulso sexual es el ejemplo más evidente).(1)

La pulsión de vida tiende lazos muy sólidos hacia lo psicológico, lo afectivo, hacia el otro. La pulsión de muerte busca destruir esos lazos. Esto se expresa en uno de los trabajos finales de Freud, Esquema del psicoanálisis: en el cual afirma: "La meta de la primera es producir unidades cada vez más grandes y, así, conservarlas, o sea, una ligazón (Bindung); la meta de la otra es, al contrario, disolver nexos y, así, destruir las cosas del mundo".(8) Lo cual va acorde a las fuerzas expresadas por los presocráticos.

Es preciso rescatar esta premisa fundamental de Freud, lo que implicaría la violencia del amor en un sentido a favor de la vida misma: “Eros ligará a la pulsión de muerte para ponerla al servicio de la vida”. Y no Eros ligado a la pulsión de muerte para someter al otro, degradarlo de alguna manera, en una palabra, violentarle, para obligarlo a permanecer en la relación.

“Razones sociales, culturales y aun políticas creen descubrir en este planteamiento una manera más o menos encubierta de justificar la violencia entre los hombres. Así, se dice, al ser el hombre por naturaleza agresivo, al existir ésta siempre, los seres humanos se debatirán siempre en un mundo de conflicto irreductible. De otro lado, tampoco es posible defender a ultranza la noción del "hombre bueno" al que la sociedad convierte en agresivo o destructivo”.(9)

De modo que, para no tener que unir conceptos que confunden más que aclaran, es que se hace preciso hablar de la violencia del amor, no de si es buena o mala, sino de esta articulación que lleva a reconocer que sí puede haber violencia en el amor primordialmente para la constitución del psiquismo, y posteriormente, se requiere para que no se imponga la fuerza destructiva de la violencia originaria, para luchar en contra de lo destructivo, sino una puesta en lucha en pro de la vida.

Que implicaría un esfuerzo, una voluntad transformadora, ya que, “Cuando se rechaza el carácter nómada de la «transformación», se crean valores que generan certezas inquebrantables, puntos arquimedianos que requieren antítesis incompatibles”.(10)

Plantea Zizek (2009), que hay una violencia «simbólica» (siguiendo el pensamiento de Lacan), encarnada en el lenguaje y sus formas, la que Heidegger llama nuestra «casa del ser».(9) Sin embargo, para que no predomine la violencia, sino lo simbólico del lenguaje, refiere que: “En el lenguaje, en vez de ejercer violencia directa sobre el otro queremos debatir, intercambiar palabras, y tal intercambio, incluso cuando es agresivo, presupone un reconocimiento mínimo de la otra parte. La entrada en el lenguaje y la renuncia a la violencia son a menudo entendidas como dos aspectos de un mismo gesto: «Hablar es el fundamento y la estructura de la socialización y se caracteriza por la renuncia a la violencia»”

Esta impronta inaugural del psiquismo, de lo subjetivo, irá siendo velada por efecto de la represión y sus dinamismos particularmente a partir de la constitución del Yo que se proclama como “libre y soberano” cuando se ha sido constituido desde un Otro.

En este caso “Lévinas tenía razón al subrayar el carácter asimétrico de la intersubjetividad: en mi encuentro con otro sujeto no hay nunca una reciprocidad equilibrada”. (Op.cit.), donde alguien tendría que terminar imponiéndose y alguien tendría que terminar condescendiendo.

Plantea Zizek, en Sobre La Violencia. “Pero ¿cómo puede uno repudiar por completo la violencia cuando la lucha y la agresión son parte de la vida? La solución sencilla es una distinción terminológica entre la “agresión”, que pertenece a la “fuerza vital” y la “violencia”, que es una “fuerza mortal”: “violencia” no es aquí la agresión como tal, sino su exceso que perturba el curso normal de las cosas deseando siempre más y más. La tarea se convierte en liberarse de este exceso.”

En este sentido, se requiere de la violencia, sí a la violencia, en palabras de Aldana, en tanto sea como posibilidad de vida.(11)

 

CONCLUSIONES

La propuesta del psicoanálisis es la cura por la palabra, poner en palabras los afectos que evocan todo proceso de una relación y los lazos vinculantes que son como cuerdas de un instrumento sonoro, sea para producir sonidos discordantes, desagradables y demasiado intensos, tensarlas tanto que revienten, o para producir armoniosas sonoridades con altos y bajos, breves silencios, como en una sinfonía creativa entre dos.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1.    Freud S. Lo Inconciente. 1ra ed. South Carolina, USA: CreateSpace Independent Publishing Platform; 2012.

 

2.    Varios Autores. Los filósofos presocráticos. 1ra ed. Barcelona, España: Gredos; 2016.

 

3.    Platon. Diálogos. Barcelona, España: Gredos; 2019.

 

4.    Freud S. Introducción al Narcisismo. 1ra ed. South Carolina, USA: CreateSpace Independent Publishing Platform; 2013.

 

5.    Lacan J, Miller JA. Seminario 20. Aun. Buenos Aires: Paidos; 2012.

 

6.    Lacan J, Miller JA. Seminario 22. R.S.I. Buenos Aires: Paidos; 2012.

 

7.    Lacan J, Segovia T. Escritos 1. edición revisada y corregida. Buenos Aires: Siglo veintiuno; 2008.

 

8.    Freud S. Esquema del Psicoanalisis y otros escritos de Doctrina Psicoanalitica. 1ra ed. South Carolina, USA: CreateSpace Independent Publishing Platform; 2015.

 

9.    Žižek S. Sobre la violencia seis: reflexiones marginales. Barcelona, España: Paidós; 2009.

 

10. Lacan: los interlocutores mudos. Reimp. Madrid, España: Akal; 2019.

 

11. Aldana D. Un Análisis de la Violencia como Pathos y como posibilidad de Vida. (Investigación entre el pensamiento nietzscheano y freudiano). Tesis para obtener el título profesional de Doctor en Ciencias. Universidad Iberoamericana, 2021.

 

FINANCIACIÓN

No existe financiación para el presente trabajo.

 

CONFLICTO DE INTERESES

Los autores declaran que no existe conflicto de interés.

 

CONTRIBUCIÓN DE AUTORÍA

Conceptualización: Marcela R. Miranda Aldana.

Investigación: Marcela R. Miranda Aldana.

Metodología: Marcela R. Miranda Aldana.

Administración del proyecto: Marcela R. Miranda Aldana.

Redacción-borrador original: Marcela R. Miranda Aldana.

Redacción-revisión y edición: Marcela R. Miranda Aldana.